El conocimiento espiritual comparte con otros saberes y doctrinas, la seguridad de que el espíritu es inmortal y que guarda en sí todos los sentimientos cultivados en la vida, porque éstos no conocen de fronteras y límites terrenos. Nuestro Respetable Hermano, Ex – Past Master, Mario Eguía Olmos, pasó a poblar la columna del Oriente Eterno, junto al G:.A:.D:.U:.
Allí, pertenece a la columna de los espíritus sublimes. Ellos esperaron su llegada, a tiempo de afinar sus guitarras, y lo recibieron en el nirvana con arpegios celestiales, con olivos para la paz de su alma, con laureles para coronar su victoria, y con membrillos como símbolo de amor.
Desde que recibió la luz, en la R:.L:.S:. Mariscal de Zepita No. 20, su recorrido se puso de relieve por la fuerza demostrada y orientada hacia fines trascendentales capaces de dar ejemplo de cuanto entraña la sabiduría. Mario destacó en la masonería por su gran formación esotérica, espiritual, filosófica y humanista. El conocimiento suyo fue un valioso aporte para muchos hermanos que siguieron su camino. Un camino serio, reflexivo, fraterno y buscador de la perfección.
Conocedor del ritual y exigente en el cumplimiento del mismo, su trabajo transcurrió en una línea de disciplina y respeto a los preceptos masónicos. «¿Dolor, dolor, dolor,/conoces el dogal/ que anuda las gargantas/ que se dicen adiós?», escribió Franz Tamayo. La muerte de nuestro hermano nos duele. Algún día nos volveremos a encontrar con él; solo entonces, no ahora, comprenderemos tantas cosas que nos son inalcanzables, nos reuniremos con esa fe que recién la entenderemos, pues la muerte se inicia con la vida. Con la muerte al lado, rozando sus crespones negros, no importa que sean de seda, hoy debemos decirle a Mario: Adiós. Desde hoy estará de guardia por una eternidad, más allá de la vida terrenal.
Nosotros, los que quedamos, aún debemos continuar el tráfago humano y de nuestros días. Adiós Mario.
«¡Terrible es la muerte!, pero ¡Cuán apetecible es también la vida del otro mundo, a la que Dios nos llama!».
(escrita por el R.H. Julio Rios Calderon en homenaje al R.H. Mario Javier Eguia Olmos)