Aparentemente, el uso del delantal o mandil sugiere protección, ya que cubre partes de la parte inferior del abdomen, donde se encuentra el órgano reproductor.
El hombre siempre ha tenido la tendencia a protegerse, primero del clima, después de todo lo que es adverso o enemigo para él.
Hoy en día, tenemos delantales o mandiles de todo tipo, incluido el de plomo, para proteger a quienes se enfrentan a la radioactividad.
Sin embargo, en la Masonería, esta protección es simbólica y se refiere al cuidado de no «manchar» el delantal o mandil, manteniéndolo inmaculado, simbolizando la pureza.
Sin embargo, para la vida cotidiana, ¿qué lección nos presenta el delantal o mandil?
En nuestra imaginación masónica, tenemos el deber de usar siempre el delantal, incluso si no hay materia, sino solo una imagen mental, porque de esa manera tendremos en nosotros, despierto, el cuidado, celo y el propósito de servir.
La práctica evangélica de mayor felicidad para aquellos que sirven, que para aquellos que son servidos, es la lección que debemos preservar como protección, no dejando el egoísmo libre y la inteligencia de «aprovecharla».
El delantal o mandil debe ser «utilizado»; por lo tanto, para cubrimos permanentemente con esta protección simbólica, para que nuestras vidas sean fructíferas.