El trabajo masónico debe ser considerado
como símbolo de esfuerzo, sacrificio y perseverancia.
La historia, maestra de la vida, es una fuente de interpretación de sucesos acaecidos e inspiración de nuevos que forjaran el futuro. Su importancia es vital. Ignorarla es un error imperdonable, es desechar la experiencia, el valioso conocimiento adquirido.
La masonería se nutre de ella. La historia es el libro abierto que espera al Masón para transmitirle, narrarle y darle los medios de interpretación de la conducta y acción del hombre en circunstancias sucedidas. Esta información, le permite continuar con su objetivo primordial, la búsqueda y conocimiento de la verdad.
Masonería no es una religión, es una forma de vida. Su objetivo, como se dijo, es la búsqueda de la verdad, el perfeccionamiento continuo de la conducta y moral humana, el estudio de las ciencias y las artes, el fomento del desarrollo social y moral, como medios de evolución humana.
Utiliza, el sentimiento de fraternidad; las alegorías y los símbolos tradicionales de la albañilería y de la cantería, para difundir este objetivo. Por lo mismo, utiliza la terminología de la construcción, porque le facilita la mejor comprensión al reflexionar, al dialogar y al escuchar.
Complementariamente, para respaldar la validez de su objetivo y conformar su carácter de institución humanística, iniciática, filantrópica, filosófica e internacional, apela a la historia.
La masonería, concede al humanismo, una valoración primordial. El hombre es el elemento principal de la Creación y el ser activo de la sociedad. Por lo tanto, el humanismo es un valor fundamental, que surge con la aparición del hombre sobre la tierra, por cierto, muy anterior a la vigencia de la Orden Masónica, como institución.
De la misma manera, el ansia de superación, es connatural al hombre y lo acompaña desde el inicio de su aventura planetaria.
La historia enseña que el sentimiento y actitud masónica, reinante en algunos hombres y delineada anteriormente, existe en el planeta, miles de años antes del siglo XIII, cuando los gremios de constructores medievales de catedrales, las construían como la residencia de Dios. En los alrededores ese tiempo, antes de iniciarla, constituían el taller, llamado logia, donde vivían, formaban aprendices y transmitían técnicas y conocimientos de construcción a todos los admitidos en el ambiente para construir la catedral.
Con mayor razón, la actitud masónica existió mucho antes del 24 de junio de 1717, cuando en una taberna de Londres se formó la Gran Logia de Inglaterra. Por lo tanto, la actitud masónica en el hombre, es muy anterior a la práctica espontánea de esta y a la organizada institucionalmente.
En esos tiempos, la construcción de catedrales era un arte y ciencia con características e influencias religiosas. Comprensible, estaban edificando la casa de Dios. Por lo tanto, el plan de construcción diario, semanal, mensual obedecía a ese objetivo, era su plancha de trazar, su plan de trabajo a ejecutar en el tiempo. Las instrucciones que recibían los constructores, eran para una edificación lo más perfecta posible para gloria del Supremo Creador y la labor que desarrollaban la hacían repitiendo verbal y manualmente las instrucciones, suplicando que el trabajo sea digno de Dios, el futuro residente de ella.
En el grupo de constructores, la constante repetición y coordinación de las instrucciones y suplicas, al inicio y durante el trabajo, se convertía en oración diaria.
Los comportamientos y prácticas habituales empleadas, en una obra con visión sobrenatural y espiritual, se convertían en ritos. Las convicciones y creencias del grupo, que este trabajo los haría trascender a una relación sobrenatural y divina; convertía en religión al trabajo de construcción de una catedral. Este es el marco de referencia en el cual, el trabajo de una obra construida dedicada a la gloria del Creador, se desarrollaba con prácticas habituales, repetición de instrucciones y súplicas continuas, y bajo convicciones y creencias de relación divina. Era la religión del trabajo.
Un paréntesis a esta altura de la narración. Con similares convicciones y fuertes creencias, en épocas más antiguas, se elevaban templos a los dioses reinantes en cada sociedad y pueblo. Eran edificaciones dedicadas a ellos, y por tanto repetimos, es innegable, en todos los tiempos, la influencia religiosa en el trabajo de construcción de este tipo de obras. Cerramos paréntesis.
Con el paso del tiempo, vino la constante evolución de la humanidad y desarrollo de la sociedad y nuevas formas de pensar irrumpían en el mundo, superando a las antiguas que se debatían por no ser olvidadas.
Pese a la sucesión de los hechos, el sentimiento de adoración al Creador se mantenía, pero desde el siglo XV, surgió una tendencia sostenida a valorar el pensamiento humano como fuente del saber. Dentro este contexto, dos corrientes filosóficas surgieron adquiriendo progresiva importancia: el empirismo que sostenía la importancia de la observación y la experimentación, y el racionalismo que prefería el uso del razonamiento lógico.
La sociedad de ese entonces confluyó ambas corrientes filosóficas, en La Ilustración, que consideraba que el pensamiento racional y el conocimiento era la única forma de acceder a la verdad. Se llegaba a conocer al mundo sus alrededores y problemas a través del razonamiento, la observación y la experimentación. Por lo tanto, las creencias populares y la religión eran meras supersticiones. Aseverando que solo el conocimiento podía mejorar la vida de las personas y sociedades, pusieron en entredicho a las monarquías absolutistas que practicaban el despotismo como forma de gobierno, amparadas en la creencia del Derecho Divino de los Reyes.
La inquietud social influyo en la mente de la gente, y las sociedades empezaron a aceptar los cuestionamientos que surgían y ponían en duda, las convicciones reinantes hasta ese entonces.
El agotamiento del sistema feudal de trabajo, que priorizaba la agricultura como principal actividad, basada en la servidumbre, dio paso a la producción industrial, la cual requería mucha mano de obra para la producción en serie, destinada a un mercado conformado por el mismo trabajador, y que se ampliaba cada vez que la producción industrial aumentaba. Apareció un nuevo problema, el del urbanismo acelerado en las ciudades y la migración de la agricultura a la industria. Era la revolución industrial, que llegaba para dar un gran salto en el desarrollo económico y social de los países.
Asimismo, la urgencia de ampliar el conocimiento, dio impulso a la academia y aprendizaje basado en la investigación, la ciencia, la observación y la experiencia. La instrucción profesional universitaria, recibió un retador impulso.
En el plano social, a la nobleza y aristocracia, se sumaron dos nuevos protagonistas, el burgués capitalista y el obrero trabajador que marcaron una nueva forma de relación de trabajo, el capital versus el salario. El obrero trabajaba dando sus conocimientos aprendidos a cambio del pago de un salario. La relación capital/salario en la construcción de obras, se daba sobre la base del avance de obra o de conclusión de etapas, aunque con los excesos y abusos que la nueva realidad permitía, en jornadas y empleo de mujeres y niños.
Esta relación nueva, aplicada al principio, en las obras profanas urbanas e industriales, se extendió también a las religiosas, como eran las catedrales. Las iglesias no pudieron sustraerse a la nueva tendencia de construcción, que les aseguraba ahorros principalmente en tiempo y costo y mayor seguridad en los procesos.
La mística, espiritualidad y religiosidad del antiguo sistema y prácticas de la construcción de catedrales, fueron paulatinamente sustituidas por la asombrosa tecnología, que irrumpía con eficiencia y eficacia en la edificación. Los nuevos materiales, el empleo de la máquina, renovados sistemas y la formación universitaria profesional fueron las nuevas claves de la construcción. La espectacularidad y arte, antes reservadas a la “casa del señor”, se apreciaba también en obras civiles profanas, que igual o mayor admiración despertaban, y estaban destinadas al uso y beneficio del hombre común y planeadas y construidas por hombres que habían estudiado.
La práctica y experiencia pasadas y atesoradas en la logia, fue sustituida por la universalidad de la enseñanza y estudio académico. La antigua mística y necesidad de la existencia de la logia en cada obra, pertenecía al pasado y poco a poco fue desapareciendo.
Sin embargo, pese a la tecnología, todavía se mantenía la espiritualidad de “la casa del Señor”, el lugar donde se le rendía culto La población era mayormente creyente, pese al surgimiento de pensamientos, movimientos y filosóficas algunas con tendencias radicalmente opuestas.
¡¡¡…Como había cambiado el mundo…!!! Todo giraba en torno al ser humano; la fe se trasladó de Dios al Ser humano; el optimismo sustituye al pesimismo de la edad media; lo creíble es la razón y la experiencia sensible; la historia no es cuento es narración documentada; aceptable es el ilustrado y estudiado con buenos modales y rechazo a lo vulgar; la lengua francesa es el símbolo de la cultura.
En este proceso de profundos cambios en la humanidad, se produce la transición a la masonería especulativa. El masón operativo, con su práctica manual tradicional y exclusiva de la construcción, por la fuerza de la ciencia y la técnica, es reemplazado por el obrero tecnificado y calificado.
Por otra parte, el sentimiento religioso en dicha obra es influido y conmovido, por las nuevas corrientes de pensamiento. La filosofía racionalista de Baruch Spinoza, judío holandés, que sostenía que Dios es una realidad infinita, eterna y perfecta y todas las cosas del universo son simples “modos” de Dios, entra en contraposición con el Dios personal clásico en el que se creía. Dios es la divinidad; su obra es divinidad; el universo, la naturaleza, el hombre y todo son su obra y por lo tanto son Divinidad. Para evitar ser acusado de panteísta, afirma que la mente humana es limitada y no puede entender la infinita grandeza del Dios único.
Ante esta corriente dominante de la época, el masón aclara su sentimiento religioso y su conocimiento practico de la construcción. La Francmasonería ve en el Dios Supremo a quien rinde culto, al Gran Arquitecto del Universo.
La idea masónica de Dios, consiste en que Él, es el Gran Constructor de este globo terrestre y de los incontables universos que lo rodean. Él, no es los muchos títulos más que le han aplicado los pensadores antiguos y modernos, sino sencillamente el Arquitecto -como dicen los griegos, el jefe de los Trabajadores- bajo quien trabajamos todos. Por eso nuestra oración consiste en trabajar.
La idea del trabajo masónico, va íntimamente ligada a la historia de la organización de la masonería. Cuando decimos que «una logia está trabajando», estamos reconociendo que realiza la práctica legítima para que se concibio. Los francmasones que se encuentran en la Logia, no se ocupan en pensar, especular o razonar, sino sencilla y enfáticamente en trabajar. El deber de todo francmasón, es trabajar en su Logia. Con ello realiza el objeto de la Orden y cumple su deber con el Gran Arquitecto. Siendo de capital importancia el trabajo, surge la pregunta: ¿cuál es el que realiza el masón? La respuesta es: El Simbolismo.
«La Francmasonería especulativa, está íntimamente ligada a la construcción espiritual de las virtudes, en el ser íntimo del humano, de tal forma que parezca un templo inmortal digno de Dios. Este templo personal es diverso, según el carácter de cada persona, tiene faltas y defectos, por sus debilidades, flaquezas, vicios, maculas y también sus bondades, pero al fin, es su templo especulativo, en el cual cada persona trabaja para mejorarlo.
Este trabajo simbólico, a la luz de la rápida historia vista en líneas arriba, muestra:
Que los masones de la antigüedad, los de actitud, se dedicaron, mientras predominó el arte operativo, a construir templos materiales, de los cuales el más célebre es el de Salomón.
Que los francmasones modernos, dejaron de trabajar en la construcción de templos materiales, cuando la masonería especulativa substituyó al arte operativo; pero conservaron el pensamiento sagrado, la idea reverente de un templo santo, dedicado al Señor, y empezaron a laborar en templos vivientes, y a hacer del hombre la verdadera casa del Señor, el tabernáculo para el Espíritu Santo.
El trabajo de todo francmasón que comprende debidamente su arte, consiste en construir un templo viviente en su interior.
El trabajo es un concepto importante en masonería. Así como en la antigüedad las obras eran materiales y se las veía; en esta época especulativa, el trabajo también debe verse, espectarse y tener su retribución. ¿Que vemos ahora del trabajo que cada masón especulativo realiza?: conocimiento, humildad, respeto, dignidad, honestidad, generosidad, tolerancia, paciencia, templanza, prudencia, fortaleza y todas las virtudes que adornan al hombre recto y de buenas costumbres. ¿Cuál es la retribución? la que el mismo se premia por ser virtuoso, la felicidad que brinda a su familia y su círculo social, y la huella y ejemplo que dejara en el corazón y mente de los que quedan, cuando él parta.
Así, recordaremos siempre las palabras del apóstol a los corintios que somos templo de Dios y que El Espíritu Santo habita en nosotros. El trabajo masónico es una actividad de constante perfeccionamiento personal, su oración es obtener y mantener las virtudes y desechar los defectos, y su religión, crear en el interior del ser humano, el mejor templo para el reinado del Creador.