LA Francmasonería nutrido de hombres libres y de buenas costumbres, confiere a sus adeptos en cada grado, un vocablo o Nombre Sagrado que no sólo tiene carácter ritualístico que como “mantra” hindú resulta ser apoyo indispensable para animar toda práctica espiritual, sino que dicha expresión o nombre, resulta “Sagrado” porque denota en su contenido de origen hebreo, una propiedad o condición característica de ese Principio Creador llamado Verbo, Logos, Dios, etc.
Así pues, se puede verificar que en los grados de la Masonería Simbólica expresiones tales como “EN ÉL LA FUERZA” en el grado de Aprendiz o “ÉL ESTABLECERÁ” en el grado de Compañero, como significado de las Palabras Sagradas del respectivo grado, innegablemente hacen alusión clara al mencionado Logos, pero además, y por sobre todo, son propiedades sagradas de ese divino Principio que el buen masón descubre en su propio interior a fin de ser mucho más apto para alcanzar mayor evolución espiritual. Empero, en el tercer grado simbólico, la Palabra Sagrada no representa propiamente una característica del Ser Supremo, sino que simboliza un sagrado medio o condición para alcanzar la Luz de Su Verdad, puesto que “LA CARNE SE DESPRENDE DE LOS HUESOS” no significa otra cosa que la sagrada necesidad de morir para poder levantarse sobre los cinco puntos de la fraternidad e intentar encontrar la Palabra Perdida en nuestro Templo interior.
“En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna” (Juan 12:24,25).
“Él hace surgir la vida del seno de la muerte y la muerte del seno de la vida. Él hace germinar, en las entrañas de la tierra estéril, los retoños de la fecundidad. Así seréis sacados de vuestros sepulcros”(Qorán XXX, 18-19).
La Masonería Simbólica al hacer también referencia a la muerte, nos enseña que la única forma de adquirir la condición de verdadero Iniciado, es sufrir la muerte iniciática, muriendo a las pasiones y vicios del mundo profano en el simbólico ataúd y renaciendo como acacia en una dimensión espiritual que nos eleve a la inmortalidad cual ave fénix que renace gloriosa de sus propias cenizas, se resucita y puede constituirse “el dos veces nacido” en nuestro ser.
Asimismo, puede leerse en el Volumen de la Ley Sagrada un importante deber propio del Simbolismo: “Este es mi mandamiento que os améis los unos a los otros, como yo os he amado” (Juan 13:34)
Consiguientemente, el simbolismo establece con claridad que su fin es volver a unir la naturaleza “individual” del hombre (cuaternario) con el Principio Creador de la Divinidad (ternario). Simultáneamente, el Iniciado debe constituir una relación de amor al prójimo que se enmarque en los cinco puntos de la fraternidad del grado de Maestro manteniendo en perfecta sincronía el microcosmos del ser con el macrocosmos del universo todo y provocando el nacimiento del hombre septenario u hombre completo que marchando hacia el Oriente sigue en pos de la Palabra Perdida.
La Suprema Orden de la Masonería del Santo Real Arco de Jerusalén se nutre de Maestros Masones que al avanzar rumbo a Oriente con siete pasos reafirman su condición de hombres septenarios que intercalan su marcha con tres venias al Ara o doble cubo reverenciando a la Divina Trinidad cuyo Nombre Inefable pretenden conocer.
En la Ceremonia de Exaltación del Santo Real Arco, en el instante en que se comunica el Sagrado Nombre al nuevo Compañero, se forma un triángulo orientado de manera similar al triángulo formado por las tres luces menores del Ara, es decir, un triángulo con un vértice apuntando al Occidente y que además de representar el mundo material como la escuadra del Ara en el Simbolismo, hace alusión a las dispensaciones Patriarcal, Mosaica y Profética y se forma entre el M.E.Z. el E.C.H y el nuevo C.
Igualmente, en la Ceremonia de Apertura del Capítulo, luego de invocar al Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente Dios y marcar al Oriente con los siete pasos y las tres reverencias al Ara, sus Excelencias forman un triángulo con un vértice hacia el Oriente como el triángulo que forman las tres luces mayores que además de ser la representación del mundo espiritual como el compás de la Masonería Simbólica, representa el Sagrado Nombre en sí y es emblema de los poderes creadores, conservadores y aniquiladores de la Divinidad.
Si sobreponemos los triángulos equiláteros formados por los Compañeros del Santo Real Arco obtendremos el “senario jeroglífico” propuesto por Ragón o el Tri-mûrti hindú formado por Vishnu y Shiva o mejor la Estrella de David que en realidad está formada por seis triángulos equiláteros unidos que representan la comunidad del V.Y V.D.A. con las doce Tribus de Israel. Esto último, nos enseña que la relación personal e individual que el Masón establece con el Ser Supremo en el Simbolismo, se ha transformado, en nuestra Suprema Orden, en una relación comunitaria o grupal, y si la Masonería Simbólica nos enseña a amar al prójimo como a nosotros mismos, la Masonería del Santo Real Arco de Jerusalén nos enseña además a cumplir el Primer Mandamiento de adorar y amar a Dios sobre todas las cosas pero unidos en comunidad de paz que se hacen miembros de un solo cuerpo que junto a Él encuentran la Perfección de la vida Eterna constituyéndose el hombre perfecto.
El nombre Sagrado es compartido sobre una serie de cuatro triángulos formados, el primero con los pies derechos; el segundo con las rodillas derechas ligeramente flexionadas; el tercero con las manos derechas sosteniendo los codos derechos y el cuarto con las manos izquierdas agarrando las muñecas izquierdas y los brazos extendidos y viene expresada por la palabra “Jehová” cuyas sílabas son pronunciadas una a la vez por cada C. siguiendo el sentido de las manecillas del reloj de tal forma que cada uno de los tres CC. deletrea el Inefable Nombre dando inicio a este procedimiento el M.E.Z.
¿De dónde viene la palabra “Jehová”?. Jehová es una traducción ilusoria de “Yahweh”. Este hecho podría atribuirse al excesivo respeto que tenían los Judíos con el Nombre de Dios. El segundo mandamiento del Decálogo no permitía que se pronunciara el Nombre del Altísimo en vano (Éxodo 20:7; Levítico 24:16). Entonces, por miedo a usar indebidamente el Sagrado Nombre, los Judíos pasaron a escribir sólo las consonantes del Nombre. Posteriormente, cuando se normó el uso de vocales, pusieron las vocales de la palabra “Adonai” (Señor) junto a las consonantes hebreas (YOD – HE – VAW – HE) de donde habría surgido “Yehowah” (Jehová) en lugar de “Yaheweh” (Yavé).
Según algunos estudiosos el Tetragramatón o Nombre Sagrado (YOD – HE – VAW – HE), guarda estrecha relación con la Santísima trinidad: la letra YID simbolizaría al Padre, las HE expresarían la doble naturaleza divina y humana del Hijo y la letra VAW figuraría al Espíritu Santo. Su significado: YO SOY EL QUE SOY, nos presenta una terrible, tremenda e incomprensible incógnita que el Masón debe despejar pasando por los cuatro estados iniciáticos de la Masonería del Santo real Arco de Jerusalén: Compañero, E. C. Josué. E.C. Hageo y finalmente M.E.C. Zorobabel.
El número cuatro tan presente en la Masonería del Santo Real Arco debe interpretarse cabalísticamente, es decir, sumando a la Mónada o Principio Creador (1), la Dualidad del mundo material (2), más la trinidad Divina (3) y finalmente el Cuaternario del Sagrado Nombre (4), obteniéndose (1+2+3+4=10) el número 10 cuya suma de sus cifras es igual a la Unidad (10= 1+0=1) que representa el reencuentro del Pueblo de Israel con el V. Y V.D.A.
Los cuatro triángulos formados para la comunicación del Sagrado Nombre pueden relacionarse también con las cuatro tribus principales del Israel: el primer triángulo formado por los pies, podría corresponder al águila de la tribu de Dan para indicar la prontitud y celeridad en la ejecución de voluntad del V. Y V.D.A. El segundo triángulo formado por las rodillas encontraría correspondencia con el buey de la tribu de Efraín para denotar paciencia y asiduidad. El tercer triángulo que resulta de llevar la mano derecha del corazón para sostener el codo derecho del Compañero de la izquierda podría perfectamente ser comparable con el león de la tribu de Judá para representar la fuerza y el poder de la pureza. Finalmente el cuarto triángulo formado por las manos izquierdas sobre la cabeza sosteniendo las muñecas, podría corresponder al emblema del hombre, de la tribu de Rubén para personificar inteligencia, comprensión y unión por sobre todas las cosas para amar a Dios.
Indudablemente, esta parte de ceremonia en la que se comparte el Sagrado Nombre, representa tanto en la Apertura del Capítulo como en la Exaltación el momento más solemne de la liturgia ya que se establece una nueva alianza con el V. Y V.D.A. En el Antiguo Testamento la Alianza fue grabada en piedra y sellada con sangre de animales. En la Nueva Alianza es grabada en el espíritu y sellada con la sangre del Hijo que es el único camino hacia la vida eterna como señalan los Evangelios del Volumen de la Ley que nuevamente se relaciona con los emblemas de las cuatro principales tribus de Israel.
Mateo, es representado por la figura de un hombre, porque comenzó a escribir su evangelio dando la genealogía de Jesús. Marcos, es representado por la figura de un león, porque comenzó la narración de su Evangelio en el desierto, donde vive la fiera. Lucas, es representado por un buey, porque comenzó a escribir su Evangelio hablando del templo, donde fueron sacrificados los bueyes. Juan, es representado por la figura de un águila, esto a causa del elevado estilo de su Evangelio, que habla de la Divinidad y del misterio altísimo del Hijo de Dios.
Finalmente, si se multiplica el número tres del Altísimo con el cuarto del Tetragramatón se obtiene el número doce, que no sólo corresponde al número de las Tribus de Israel, sino que es igual al número de vértices y aristas de los cuatro triángulos formados en la comunicación del Sagrado Nombre que unido al punto que forman los CC. dará como resultado el número trece que tiene ciertas propiedades especiales.
Si descomponemos algunas palabras en sus respectivas letras cuyo valor numérico es sumado hasta obtener un valor total que la identifique, tal como la palabra:
Jehová = Yod (10) + He (5) + Vaw (6) + He (5) = 26;
Moisés = Mem (40 +Vaw (6) + Schin (300) + He (5) = 351;
Sinaí = Samech (60) + Yod (10) + Num (50) + Yod (10) = 130;
Jacob = 182;
Israel = 546;etc.
Encontramos que todos estos resultados totales tienen como factor común el número trece, cuya esencia podría encontrarse en el punto en que este número actuó en la formación del lenguaje, por ello algunos estudiosos se refieren al número trece como el factor Jehová.
Para concluir resulta importante meditar y cuestionarnos sobre las Santísima Trinidad formulándonos las siguientes preguntas: ¿Será humanamente posible comunicar la verdadera esencia de Sagrado y Misterioso Nombre? ¿Podrá expresarse con tan sólo frases y palabras una definición del Divino Verbo? ¿Tendrá nuestro corazón la suficiente capacidad para ser digna morada del Santo Espíritu?
Sólo descendiendo en la bóveda que guarda el Ara con el Nombre Sagrado del V. Y V.D.A. y descubriendo el velo que cubre nuestra verdadera procedencia podremos afirmar que así como los cinco puntos de la fraternidad en la Masonería Simbólica nos indican las obligaciones que debemos tener los MM:. MM:. con nuestros semejantes y el amor que debemos prodigar al prójimo, así también nuestra Suprema Orden de la Masonería del Santo Real Arco de Jerusalén, en el momento de la comunicación del Sagrado Nombre, nos mostrará la relación que debemos entablar con el Altísimo y el Amor que debe unirnos a Él como hijos suyos que unidos rogamos por su Misericordia.
Luis Ángel Civera Vargas