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Francisco Martinez Meller: Mecanismo de la Mediumnidad

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Francisco Martinez Meller: Mecanismo de la Mediumnidad

¿Introducción Cuántos de nosotros, al escuchar hablar de los espíritus, no sentimos curiosidad por este mundo invisible al que llamamos el «Mas Allá»? Al respecto tenemos distintas posturas, generalmente influenciadas por nuestras creencias personales, comúnmente formadas desde la niñez por las enseñanzas de nuestros padres, la cultura en que vivimos, la ciencia formal entregada por nuestros profesores, las enseñanzas místico o religiosas, en fin, nuestra experiencia personal, pero, ¿Existirá efectivamente un mundo paralelo que interactúa con nosotros los «vivos» capaz de comunicarse y mostrar su estado actual de felicidad o de tristeza? 

Sentimos intuitivamente que es una realidad posible, resultando más complejo aún si consideramos la posibilidad de entrar en contacto directo con éste mundo invisible. Buscar estas respuestas sobre el «Más Allá» y la «Mediumnidad», nos entrega nuevas oportunidades de expandir nuestro conocimiento y vislumbrar las posibilidades de investigación en este campo. Adelanto a nuestros lectores que realizar una reseña histórica de los fenómenos mediumnicos en la historia humana nos tomaría la confección de varios libros, por ello, dejaremos el aspecto histórico de la mediumnidad, para avocarnos de lleno a explicar los alcances y aspectos más importantes de la Neurofisiología de la Mediumnidad. 

El asunto de los espíritus ha dado mucho que hablar y ha generado todo tipo de teorías que intentan dar solución a esta inquietud histórica de la humanidad. Ha sido fruto de diferencias antiquísimas entre la religión y la ciencia, sin embargo, estas posturas se han ido paulatinamente acercando y en muchos puntos se complementan para dar explicación al sin número de fenómenos denominados «Paranormales» o «sobrenaturales» que aún al día de hoy, lejos de terminarse, parecieran incrementarse. Al respecto, no ocultaremos aquí la existencia de inescrupulosos de toda clase que se benefician de la ignorancia de la gente y ven en estos fenómenos claras posibilidades de lucro y que la investigación científica seria y formal ha ayudado a desenmascararlos. No obstante, ha sido gracias a éstos investigadores y hombres de ciencia quienes con su inquietud han contribuido al avance de los estudios mediumnicos realizando extraordinarias investigaciones sobre éstos fenómenos físicos o intelectuales que no poseen explicación ordinaria, despejando toda duda de superchería, mostrando de manera viable una puerta abierta a nuevas indagaciones respecto al mundo de los espíritus y su relación con el mundo corporal. 

Pero, ¿qué es la mediumnidad? Allan Kardec, cuyo verdadero nombre era Hippolyte Léon Denizard Rivail (1804- 1869), pedagogo y escritor francés, codificador de la Doctrina Espírita, indica en el «Libro de los Mediums» (LE LIVRE DES MÉDIUMS, Paris, 1861) en el capítulo del Vocabulario espírita que: «médium» es un término que proviene del latín cuyo significado es «intermediario». «Médium es, pues, aquel ser que puede actuar como «intermediario» o «puente» entre el mundo espiritual y el mundo físico». Tal como lo expresa, en el capítulo XIV en el numeral 159 del mismo libro, de la siguiente manera: 

«Toda persona que siente, con mayor o menor intensidad la influencia de los Espíritus es médium. Esa facultad es inherente al hombre, de modo que no constituye un privilegio exclusivo, y son pocos los que no poseen algunos rudimentos de ella, Por consiguiente, se puede decir que todas las personas, poco más o menos, son médiums, Sin embargo, en la práctica, esa calificación sólo se aplica a aquellos en quienes la facultad mediúmnica está netamente caracterizada y se pone de manifiesto mediante efectos patentes, cuya intensidad es indudable, lo que depende de una organización más o menos sensitiva. Hay que señalar, además, que esta facultad no se revela en todos de la misma manera. Por lo general, cada médium tiene una aptitud especial para tal o cual orden de fenómenos, de modo que existen tantas variedades de médiums como apecies de manifestaciones. 

Los principales son: médiums de efectos físicos, médiums sensitivos o impresionables, médiums auditivos, médiums parlantes, médiums videntes, médiums sonámbulos, médiums curativos, médiums pneumatógrafos, médiums escribientes o psicógrafos» 

La enumeración de los tipos de mediumnidades realizada por Kardec no es taxativa en ningún aspecto, de hecho, a medida que la tecnología avanza nuevos tipos de comunicación aparecen y diversas variantes y grados de desarrollo en cada una de ellas, además, debemos considerar la inmensa variedad de médiums existentes, quienes varían en su desarrollo en cuanto a calidad facultativa y desarrollo moral. 

A modo de ejemplo podemos citar el conjunto de manifestaciones en lo que se denomina TCI o «Transcomunicación Instrumental» desde donde se pueden obtener comunicaciones con las entidades espirituales utilizando medios tecnológicos como las grabadoras de audio modernas a través de la magnetización que realizan las entidades invisibles (espíritus) , 

La mediumnidad siendo una facultad, ¿es inherente al cuerpo físico o al alma? Este punto es de importancia, pues supone una condición “sine qua non”, esto es la creencia o posibilidad de la existencia del alma. 

Al respecto, plantea el doctor brasileño de medicina clínica Roberto Brólio en su libro «Doenças da Alma» («Enfermedades del Alma», capítulo I, pagina 4 y 5), lo siguiente: «Todo ser humano es una alma viviente que se identifica por sus atributos propios y no por su apariencia física o por sus adornos exteriores. El alma es un ser de constitución energética que presenta la forma del ser humano, amoldándose a su edad, sexo y a las características del cuerpo al cual imprime su vitalidad”. 

Tiene la individualidad y la grandeza que le da vida plena, cuando se encuentra en la espiritualidad, o en la condición de estar dando vida a un organismo biológico, participando en la constitución del ser humano. En esa situación, el alma comanda todas las actividades de la vida humana. Alma es la denominación dada por Allan Kardec al Espíritu encarnado, como está en El Libro de los Espíritus, ítem 134. Esa denominación es simplemente didáctica, visto que alma y Espíritu designan la misma entidad, respectivamente, cuando está encarnada o cuando se encuentra en el mundo espiritual. 

El ser humano, en su evolución cronológica, tiene su cuerpo físico vinculado a las leyes biológicas, condicionado a una existencia limitada que vá desde el nacimiento hasta la muerte. Y el alma, que participa en la formación de su organismo, por su condición de inmortalidad, preexiste a la formación del cuerpo, y continúa viviendo en la espiritualidad después de la desintegración del mismo. 

En su evolución antropológica a través de los tiempos, el organismo humano recibió la actuación de la espiritualidad, todavía en la fase preanímica de su formación, preparando su cuerpo para recibir la participación del alma como parte del ser humano. 

La conjunción del alma con el organismo ya diferenciado del antropoide primitivo, constituye el fenómeno más importante que ocurrió en toda la historia de la formación del ser humano. Ese fenómeno hizo posible al alma participar de todos los actos de la vida humana y de este modo, poder actuar positivamente sobre las neuronas encefálicas, desde el momento de su formación embrionaria en el interior del útero materno, promoviendo su perfeccionamiento a planos progresivamente más elevados, y dar la posibilidad al ser humano de alcanzar cada vez más, aunque lentamente, todo el potencial de energías intelectuales que le están reservadas. 

Como vemos, el alma tiene una característica fundamental, esta es, que precede a la materia, la anima y luego de la muerte o desencarnación, la supervive. 

Por tanto, si consideramos que el espíritu es energía, no puede sino ser un principio inteligente capaz de adoptar cuerpo físico (reencarnar) para cumplir sus procesos evolutivos ya sea sometido a la Ley Hermética de «causa y efecto» (Karma) o cumplir procesos de ayuda fraterna hacia la humanidad en misiones cuyo objetivo es la ayuda a la humanidad para despertar las conciencias dormidas de los hombres (Dharma). 

Este dinamismo del espíritu y la interacción con el plano físico nos lleva a preguntarnos sobre los mecanismos de comunicación producto de ésta interacción. Más allá de las consecuencias filosófico morales que son efecto de la causa originaria, la comunicación con el plano espiritual, debemos preguntarnos ¿cuál será la función del cuerpo humano en esta interacción? 

Con el desarrollo de la neurociencia y el atrevimiento de los científicos en descubrir los secretos de la mediumnidad, éstos han podido determinar que en los estados de trance que sufre el médium, ya sea mecánico (trance profundo), se- mimecánico (semitrance) o conciente, el médium manifiesta cambios en el cerebro, el que se ve estimulado de manera distinta mientras el intermediario se encuentra en actividad mediúmnica (trance mediúmnico). Trataremos de explicar algunas funciones cerebrales, el proceso de magnetización, la función de los chakras como centros receptivos de energía del cuerpo sutil (periespíritu) y su relación con la glándula pineal y los lóbulos frontales del cerebro humano. 

Ahora bien, en cuanto a la composición del hombre entenderemos que éste participa de dos naturalezas, una animal o material y la otra espiritual o etérica. En este sentido, y a la luz de la visión espirita podemos decir que el hombre posee en sí tres elementos fundamentales: 1) cuerpo físico, 2) alma o espíritu, y 3) Periespíritu (fluido semimaterial que sirve de lazo entre el alma y el cuerpo físico, es llamado también cuerpo causal o astral) 

Así, podemos determinar que en el proceso de trance mediúmnico el hombre utiliza las glándulas cerebrales y la pineal (o epífisis), del alma participa con la voluntad, cediéndola, bloqueando la psique, específicamente el conciente (quedando sólo con el inconsciente) y del periespíritu se obtienen los elementos energético-vibracionales que permiten el flujo del pensamiento y el llamado acoplamiento periespiritual», entre el periespíritu del médium y el periespíritu del «espíritu comunicante» a través de los lazos de la ley de afinidad. 

Es en este proceso donde se estimulan los centros energéticos del cuerpo causal (periespí- ritu) llamados Chakras, los que activan magnéticamente la glándula pineal cuya función es ser la antena receptora del canal mediúmnico. Por tanto, la profundidad del trance mediúmnico y el éxito de la comunicación dependerán de la potencia de interacción y la afinidad vibracional que posea el médium con el espíritu comunicante. Es decir, se debe crear la «sintonía» adecuada, en la faja vibratoria común entre el médium y el espíritu comunicante. 

Al respecto es interesante analizar lo escrito por uno de los médiums más famosos que conocemos, el médium brasileño Francisco Cándido Xavier (1910-2002), quien posee a su haber más de 450 obras psicografiadas cuya autoría jamás reconoció dando el crédito total de ellas a las entidades espirituales (espíritus desencarnados) que lo asistieron. (De hecho «Chico» como amablemente le llamaban sus seguidores cedió en vida todos los derechos de autor de las obras a distintas organizaciones de ayuda comunitaria sin fines de lucro). 

Una de sus obras llamada «En el Mundo Mayor» dictada por el mentor espiritual «André Luiz», indica uno de los personajes del relato, el espíritu llamado «Calderaro», lo siguiente respecto a la mediumnidad y el cerebro humano: 

«En la región de la corteza motora, zona intermediaria entre los lóbulos frontales y los nervios, tenemos el cerebro desarrollado, consolidando las energías motoras de que se sirve nuestra mente para las manifestaciones imprescindibles en el actual momento evolutivo de nuestro modo de ser. En los planos de los lóbulos frontales, silenciosos todavía para la investigación científica del mundo, yacen materiales de orden sublime, que conquistaremos gradualmente, en el esfuerzo de ascensión, representando la parte más noble de nuestro organismo divino en evolución». (Capitulo 3 La Casa Mental, página 25). Luego prosigue en el capítulo 7, página 101: «En los lóbulosfrontales recibimos los «estímulos del futuro», en el córtex abrigamos las «sugerencias del presente», y en el «sistema nervioso», propiamente dicho, archivamos los recuerdos del pasado» 

Los órganos de los sentidos son los sensores del cuerpo físico, que captan el mensaje espiritual, conduciéndolo al cerebro del médium. Ese mensaje se propaga por el córtex cerebral, produciendo el trance mediúmnico. Al respecto señala el autor Jaime Cerviño en su libro «Más allá del inconsciente» página 117, sobre el trance: «El mecanismo básico del trance consiste, posiblemente, en una onda mental que «barre» la superficie cerebral» Las ondas mentales emitidas por el Espíritu comunicante desviándose a lo largo del córtex cerebral, en proceso de barrido, hasta que consigue alcanzar la región mediana del cerebro (glándula pineal), donde se localizan las estructuras nerviosas envueltas en las funciones psíquicas del ser humano. El dislocamiento de ondas mentales en el cerebro médium, le provoca una inhibición cortical, conduciendo al estado de trance o de alteración de la conciencia. Es importante comprender que los impulsos mentales del desencarnado pueden accionar los archivos de la memoria del médium, bajo el permiso de éste, de forma que le sea posible al médium procesar el mensaje que le llega al mundo íntimo y accionar comandos psicomotores (movimientos de la mano, emisión de sonidos que caracterizan el habla, movimientos pupilares que amplían la visión, etc.) para que este mensaje sea manifestado. 

Es esclarecedor decir que la entidad desencarnada no manipula, a su voluntad y arbitraje, la memoria del médium, que tiene su inviolabilidad preservada. El Espíritu comunicante no coloca ni retira nada de la memoria del médium. Y ni el médium puede invadir o interferir en la mente del desencarnado. Así, le es posible al médium interrumpir la comunicación cuando lo juzgue necesario. 

«En resumen: las memorias individuales permanecen autónomas en ambas entidades: médium y Espíritu comunicante. Si le falta al manifestante la palabra o expresión adecuada, él precisa buscarla en el diccionario verbal del médium, incluso ahí con todo, parece haber una consulta subliminal entre ambos, sin que uno invada la memoria ajena. 

Afirma Allan Kardec en su «Manual práctico de las manifestaciones espiritistas» que: «la Mediumnidad es de predisposición orgánica y yace de modo innato en todas las criaturas humanas. A cada individuo corresponde educarla de forma que a través de ella podamos alcanzar el objetivo para el cual fue trazada. El ejercicio de la mediumnidad requiere disciplina, equilibrio, perseverancia y sintonía. 

La disciplina, moral y mental, crea hábitos saludables que atraerán a los espíritus superiores interesados en el intercambio entre las dos esferas de la vida, facilitando ese menester. 

El equilibrio, la prudencia en las aptitudes durante la absorción de los fluidos y la posterior comunión psíquica con los desencarnados, auxiliarán de manera eficaz a filtrar el pensamiento y exteriorizarlo. La perseverancia en la labor producirá un clima de armonía en el propio médium que obtendrá de ese modo, las credenciales para el servicio del bien junto a los obreros de la vida más elevada, alcanzando resultados gratificantes. 

La sintonía será la consecuencia de los elementos citados, porque está constituida por el acuerdo pleno entre el agente y el preceptor en torno a la tarea relevante. Cuanto más se la trabaja, más fáciles resultan los registros cuyas informaciones proceden del más allá. 

La manera de ponerse en relación con los espíritus, no es un asunto que se pueda considerar poco útil, no basta hallarse en buenas condiciones, es preciso conocer el procedimiento más favorable para alcanzar, con mayor seguridad, el objetivo. Damos por sentado que se trata de reuniones que persiguen un fin serio. 

Según la manera de manifestarse, la mediumnidad se divide en dos grandes grupos: 

1) De efectos intelectuales: Fenómenos donde predominan los aspectos psicológicos inteligentes, tales como la psicofónica o mediumnidad parlante, la escribiente o psicográfica, la videncia, la audición mediúmnica y la mediumnidad intuitiva. 

2) De efectos físicos: Fenómenos relacionados con manifestaciones materiales visibles o tangibles, como la aparición de objetos, su modificación estructural o traslado de lugar. Sus principales tipos son la tiptología (sonidos o ruidos provocados por los espíritus); de aportes (aparición espontánea y temporal de objetos con apariencia física); de ectoplasmia (fluido semimaterial observado en los médiums de finales del siglo XIX); pneumatofonía (fenómeno de voz directa sin auxilio del médium); pneumatografía (Escritura espontánea sin auxilio del médium); de levitación y la curativa o mediumnidad de cura. En la actualidad el fenómeno de las comunicaciones mediúmnicas posee dos aristas a mencionar, una relacionada con las experiencias denominadas «After Death Communication» o A.D.C. (comunicaciones después de la muerte) y otra denominada «Near Death Experience» o N.D.E (experiencias cercanas a la muerte). En ambos casos, la experiencia con el mundo espiritual y la posibilidad de comunicación sigue ligada al concepto de mediumnidad. 

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