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José Luis Almanza Villarroel:194 AÑOS DE INDEPENDENCIA

Columna libre

José Luis Almanza Villarroel:194 AÑOS DE INDEPENDENCIA 

«Entre todas las palabras – dice Jacques Bossuet escritor francés del siglo XVII – no hay ninguna tan agradable como la palabra libertad, pero tampoco hay otra igualmente engañosa y alucinadora. Dondequiera que se pronuncia, despierta eco de simpatía en los corazones; enardece a las almas nobles; causa en ellas entusiasmos y ambos, y cuando se trata de alcanzar o conservar el bien que con ella se espera, es un aguijón que mueve a todo tipo de sacrificios.» 

El inmortal Cervantes, en palabra de Don Quijote decía: «La libertad, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden Igualarse los tesoros que encierran la tierra ni el mar encubre: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.» 

Hace 194 anos nuestro país alcanzaba ese precioso don de la libertad, luego de dieciséis años de cruenta guerra por la independencia. La gigantesca epopeya de la lucha libertaría había terminado. 

La ansiada independencia se había conseguido al fin. Pero, ¿se podría decir que la Libertad había llegado realmente para todos y que se gozaba de Igualdad y Fraternidad? Lamentablemente no fue así, porque el colonialismo denotado se vengó en cierta forma dejando la herencia de sus formas feudales, infecundas e injustas. Habría de transcurrir más de un siglo para que los beneficios de la verdadera independencia fueran extendidos por lo menos parcialmente a las grandes masas que conforman la mayoría del país. 

Sin embargo, los fundadores de la república y sus primeros administradores realizaron una tarea fecunda que merece nuestro reconocimiento. El libertador Bolívar se entregó de lleno al esfuerzo de organizar el nuevo estado: nos legó la primera Constitución, y dictó decretos fundamentales sobre educación popular, régimen militar, asuntos eclesiásticos, minas, agricultura, vialidad, industria, comercio, protección de las etnias indígenas, creación de aduanas, relaciones con los países vecinos, dictando inclusive disposiciones sobre buenas costumbres e imprenta. 

El Mariscal Sucre, gobernando bajo permanente inestabilidad, complementó la obra de organización iniciada por el Libertador. 

Creó la Corte suprema de Justicia y dispuso la división del territorio nacional en departamentos, provincias y cantones. Continuó la acción educativa por Bolívar, estableció la libertad de prensa y fomentó la inmigración con el propósito de incrementar la población. Finalmente, decepcionado por la ingratitud, las intrigas, la corrupción y la deslealtad, presentó su renuncia, dejando un documento de contenido cívico y moral tan conmovedor que con el tiempo se ha constituido en un verdadero Testamento Político. 

El Mariscal de Zepita, Don Andrés de Santa Cruz, nombrado Presidente de Bolivia por la Asamblea Constituyente luego de la renuncia de Sucre, asumió el mando en mayo de 1829, después de un breve período de interinatos e intentos de algunos caudillos por capturar el poder. En su calidad de ilustre masón, a su paso por la ciudad de Puno, fundó una Logia junto con diez de sus más íntimos HH:. MM:. Esta logia denominada «Independencia Peruana», fue el primer hito de la futura Confederación Perú-Boliviana. Aquietadas las pasiones y calmadas las turbulencias, tuvo entera libertad para ejecutar Importantes medidas de gobierno. Erradicó completamente la anarquía y acometió la tarea de reorganizar el país, que atravesaba por un periodo caótico como consecuencia de los largos años de guerra y la ambición de poder que comenzaba a desatar luchas fratricidas. Las arcas nacionales estaban agotadas y la actividad económica reducida a límites de subsistencia. 

Demostrando sus dotes de administrador y estadista, el Mariscal de Zepita con energía y capacidad extraordinarias sacó al país de la bancarrota, fomentó el desarrollo de la industria nacional, reorganizó el Ejército, buscó fortalecer la soberanía sobre el Océano Pacífico creando el Departamento de Atacama y declarando a Cobija puerto franco, proveyéndolo de los medios necesarios para incrementar su desarrollo. Entregó un cuerpo de leyes, basadas en la legislación francesa, que constituyen los Códigos que llevan su nombre. De este modo, Bolivia se adelantó a los demás pueblos de América al darse leyes propias. Puso especial énfasis en el desarrollo y fomento de la educación, ordenando el establecimiento de las universidades de La Paz y Cochabamba, reorganizando los seminarios y disponiendo el funcionamiento de Colegios de Artes y Oficios. Preocupado por la vinculación del país, dispuso la ejecución de importantes obras de vialidad. 

Visionario y soñador como el Libertador, puso su empeño en conformar una unión de estados económicamente fuertes y socialmente respetables, a través de la Confederación Perú-Boliviana, porque para él, según sus propias palabras, «hubo y debía haber sólo el Gran Perú, una sola patria andina, grande, libre y soberana, en la que habitó un pueblo feliz, aquél del incario, sobre el que se volcaron más tarde riadas de y egoísmos». 

Estas mismas pasiones y egoísmos, frustraron el grandioso proyecto, provocando su fracaso luego de un pertinaz trabajo destructivo, tanto dentro como fuera de la Confederación. Vencido finalmente, el Mariscal de Zepita partió al exilio del que no regresaría jamás. La muerte cerró sus ojos en Versalles, Francia, el 25 de 1865 y sus cenizas fueron repatriadas cien años después, para ser depositadas en la Catedral Metropolitana de la ciudad de La Paz. 

Los diez años de gobierno del Mariscal Andrés de Santa Cruz fueron años de grandeza y esplendor para nuestro país, que era respetado y admirado, gozando de prestigio como la nación mejor organizada y de más franco progreso del continente, conceptos que ganaron opinión favorable entre las naciones del viejo Mundo, especialmente Francia e Inglaterra, con las cuales estableció sólidas relaciones. 

A partir de la caída del Mariscal de Zepita, todos conocemos el azaroso camino que ha recorrido la Patria hasta nuestros días, llegando a ocupar los últimos lugares en el desarrollo económico y social, disputando el dudoso honor de ocupar los primeros lugares en corrupción, viviendo bajo el signo del desaliento y el pesimismo que han llegado a marcar nuestro carácter, otorgándonos la fama de ser taciturnos y tristes por naturaleza; sufriendo la humillación de ser catalogados en el exterior del país como sospechosos de narcotráfico y recibir el trato consecuente, por el sólo hecho de ser bolivianos. 

Parecería que han sido vanos los esfuerzos de nuestros antepasados, que nos legaron una patria libre y soberana, porque no hemos sabido utilizar el precioso don de la libertad para conseguir nuestra felicidad como pueblo, sucumbiendo por el contrario bajo la ignorancia, el fanatismo y la ambición, que son los grandes enemigos que acechan constantemente para frustrar el progreso individual y colectivo de los hombres. 

Ante panorama tan triste, surge una angustiosa pregunta: ¿Será nuestro destino permanecer eternamente a la zaga de las naciones y continuar sufriendo los males que nuestro atraso nos impone?… La respuesta nace impetuosa de lo más profundo de nuestro espíritu, impulsada por la herencia ancestral de un pueblo orgulloso de su estirpe y consciente de que tal estado no es el destino que debemos aceptar, ni como hombres ni como país. ¡No, mil veces no! Esa no es la libertad que soñaron nuestros padres, ni la que deseamos para nuestros hijos. Estamos llamados a un destino superior. No existe razón alguna que nos condene a permanecer en el atraso y la miseria. Debemos encontrar el camino que nos permita sacudir el yugo de esta perversa forma de esclavitud. 

Mas ¿dónde encontraremos la inspiración y la fuerza necesarias para acometer la nueva guerra de la independencia? … 

La respuesta no es de ningún modo fácil y no se puede reducir a enunciados simples ni fórmulas infalibles. Tal vez el propio esfuerzo de buscar una respuesta ya sea la respuesta misma. En este camino, primero debemos encontrar la fe en nosotros mismos, en nuestras posibilidades como nación. Luego es menester adoptar un ideario en el cual todos podamos creer para apoyar nuestro esfuerzo y renovar nuestra fe en los momentos difíciles. 

Es verdad que cada uno de los bolivianos pueda tener una opinión distinta sobre cualquier asunto, pero existen algunas ideas que parecen tener el consenso de todos, después de 194 años de vida independiente. Estas ideas, recopiladas de las opiniones vertidas diariamente por diversos compatriotas, podrían ser el núcleo del ideario nacional que buscamos, y son las siguientes: 

Deseo de vivir en democracia y libertad: Hemos comprobado que tenemos hambre de libertad. El Libertador Bolívar definió a nuestro país como “un desenfrenado amor a la libertad». La inestabilidad de nuestra historia tiene también en parte, su explicación en la empecinada negativa del pueblo boliviano a soportar la tiranía. Asimismo, los bolivianos sabemos que no hay forma de gobierno y de vida ciudadana mejor que la democracia. Esta convicción ha sido ratificada cuantas veces se nos ha llamado a ejercer nuestros derechos cívicos. 

La integración nacional: Nuestro país tiene gran diversidad geográfica y étnica. Pero todos somos bolivianos, cualquiera que sea el color de nuestra piel, el lugar de nacimiento o nuestro idioma nativo, con todos los deberes y derechos que establece la Carta Magna. Sin embargo, en la realidad, algunos grupos tienen mayores y mejores oportunidades que otros y hay también odiosos prejuicios que es necesario desterrar. Por eso todos los bolivianos nos unimos en la idea de integrar a nuestra población, dando iguales oportunidades de cultura, educación, sanidad, techo y trabajo a todos los habitantes del país. Nuestro escudo tiene por lema: «la unión hace la fuerza» y nuestra historia ha demostrado que las consecuencias de no estar unidos han sido desastrosas. Por el contrario cuando supimos aunar esfuerzos contra la adversidad, salimos airosos en la lucha. Debemos descartar los regionalismos dañinos, en bien de la unidad del país, dentro de la diversidad de sus culturas y regiones. La vertebración vial que permita ejercer soberanía sobre nuestro extenso territorio, debe ser prioritaria para cualquier gobierno, así como el desterrar definitivamente el analfabetismo, buscando tener una población culta, responsable y eficiente. 

La injusta mediterraneidad de Bolivia: Todos los pueblos de América y el mundo reconocen que nuestro país padece una injusta situación y que no podrá desarrollarse plenamente mientras permanezca enclaustrado entre sus montañas. Ya no Interesa conocer por qué causas y en qué condiciones el país perdió su acceso soberano al Océano Pacífico. 

No habrá realmente una integración latinoamericana mientras se prolongue esta situación tan perjudicial, y los discursos sobre la fraternidad con los países vecinos serán para nosotros una burla hiriente a nuestros derechos. 

El desarrollo económico y social: Otro de los objetivos que une a los bolivianos es la lucha contra el atraso. La falta de recursos ha sido una de las causas para que nuestra historia muestre tantas páginas adversas. A pesar de tener recursos naturales en abundancia, no hemos podido aprovechar para nuestro bienestar, tal vez por falta de voluntad y decisión. Pero el desarrollo, para ser verdadero, tiene que basarse en la justicia social. El desarrollo real es el desarrollo de las personas, no de las cosas. No queremos un desarrollo en que unos pocos tengan mucho y la mayoría viva en la miseria, el abandono y la ignorancia. Todos los bolivianos podemos y debemos beneficiamos de los extraordinarios recursos del país. 

Un país libre y próspero en una América Latina unificada y pacífica: Finalmente, la sociedad boliviana integrada, próspera, respetada por sus vecinos y por los demás pueblos del planeta, será un país de vocación americana. Como fue el deseo de los libertadores. Además de las razones históricas, geográficas y sentimentales que abonan la idea de una complementación regional y continental, es evidente que el mundo se dirige hacia la conformación de estados continentes, tales como la Unión Europea que avanza decididamente hacia su consolidación en todos los campos, y los países que se mantengan al margen seguirán sumidos en el atraso, la pobreza y con el riesgo de ser absorbidos por las potencias mayores. Los bolivianos aspiramos a vivir en un mundo de paz y por tal razón creemos en la unión de los pueblos latinoamericanos, sin predominio de unos sobre otros. 

Estas cinco ideas, podrían ser el germen de un ideario nacional, que tal vez parezca una etapa inalcanzable; pero no avanzaremos nunca si no fijamos nuestras metas más allá del horizonte. Asimismo, sabemos que no es tarea de una sola generación y que no veremos cumplidas esas metas en nuestra vida terrenal. Pero, como ya expresamos líneas arriba, la búsqueda ya es parte del triunfo.Para concluir recordemos los versos de Amado Nervo que, aplicados a nuestro país y adoptados por cada uno de nosotros, podrían decir: 

Nací de una raza triste, de un país sin unidad sin ideal ni patriotismo. Mi optimismo es tan sólo voluntad., obstinación en querer, con todos mis anhelares, la Bolivia que ha de ser, a pesar de los pesares, aunque yo no la he de ver…

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