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La serpiente alquímica: Ouróboros

La serpiente representa la sabiduría ancestral, el mito primigenio del mundo subterráneo. Las alas, más allá de simbolizar lo espiritual, son la sublimación de lo material.
La autodestrucción o suicidio es el hecho de que el animal se devore a sí mismo, que es a su vez metáfora del ciclo vital, donde no hay frontera clara entre inicio y fin. El círculo es la idea sintética de la perfección.

Orígenes

Se asocia a la alquimia, al gnosticismo y al hermetismo. Representa la naturaleza cíclica de las cosas, el eterno retorno y otros conceptos percibidos como ciclos que comienzan de nuevo en cuanto concluyen.
En un sentido más general simboliza el tiempo y la continuidad de la vida. En algunas representaciones el animal se muestra con una mitad clara y otra oscura haciendo recordar la dicotomía de otros símbolos similares como el yin y el yang. Se cree que está inspirado en la Vía Láctea, pues algunos textos antiguos hacen referencia a una serpiente de luz que mora en los cielos.

En la mitología nórdica, la serpiente Jormungand llegó a crecer tanto que pudo rodear el mundo y apresarse su propia cola con los dientes.

De la dinastía Chou en China (1200 ac) se han hallado grabados de ouroboros, simbolizando la continuidad de la vida con el dragón mordiéndose la cola.

Según la Enciclopedia Británica, el Uróboros u Ouroborus, es la emblemática serpiente del antiguo Egipto y la antigua Grecia, representada con su cola en su boca, devorándose continuamente a sí misma. Expresa la unidad de todas las cosas, las materiales y las espirituales, que nunca desaparecen sino cambian de forma perpetua en un ciclo eterno de destrucción y nueva creación.

El registro más antiguo de su aparición es en un libro de Alejandría, en el siglo II, que decía «hen to pan», o «uno, todos». Aquí ya se lo presenta mitad blanco, mitad negro, demostrando la dualidad presente en todo.

Alquimia Hermes -dios de la alquimia- define el ouroboros así: «Serpens cuius caudam devorabit», serpiente que devora su propia cola. Simboliza al Mercurio alquímico. Simboliza la unidad cósmica, base del pensamiento hermético (Uno-Todo ‘Hen to pan»).

Su forma circular, símbolo del mundo, es una alusión al «principio de clausura» o al secreto hermético. Por añadidura, enuncia la eternidad concebida como «eterno retorno». Lo que no tiene ni principio ni fin.

En la edad media a la serpiente llamada por los griegos Ouroboros se le asimiló con el dragón y se le impuso una actitud y un valor esotéricos, semejantes a los de la serpiente helénica.
Dada la importancia de este emblema, es, con el sello de Salomón, el signo distintivo de la Gran Obra. En la Alquimia, el Ouroboros simboliza la naturaleza circular de la obra del alquimista que une los opuestos: lo consciente y lo inconsciente.

También es un simbolo de purificación, que representa los ciclos eternos de vida y muerte. En el Ouroboros comienzo y fin se reencuentran en un ritual constante de autotragamiento, imagen emblemática de la Gran Obra como opus circularis. Esta concepción de la Obra está ligada al recorrido del sol tanto como al motivo de la peregrinación del héroe y al de la cuaternidad, ya que el sol se mueve por cuartos trazados en el cielo.

Dentro de la Gran Obra la cabeza del dragón o del Ouroboros, señala la parte fija, y su cola, la parte volátil del compuesto. En la iconografía alquímica el color verde se asocia con el principio mientras que el rojo simboliza la consumación del objetivo del Magnum Opus (la Gran Obra).

Análisis de René Guénon:

(…) «En el ouróboros encontramos la unión del mundo ctónico – en la serpiente – con la del mundo celeste – en el círculo que esta forma -. En sí contiene la dualidad y el tercer elemento invisible y fundamental que hace que todo exista y que Ouróboros se muerda la cola y pueda engullirse a sí misma, recrearse y regenerarse eternamente.
Al autofecundarse sin cesar encontramos un afán de equilibrio ya que si creara vida sin poner un límite, tendríamos un cosmos atiborrado de seres y así entraríamos en el caos, o sea el no-ser.

Este equilibrio lo es de los principios fundamentales que nos rigen, de vida, de muerte, del macho y la hembra, del Yin y del Yang.
Existe un detalle: para que la vida se manifieste es necesaria la muerte, (por eso la ambivalencia del símbolo que contiene en sí significados opuestos y con ello nos lleva a la unidad) esto forma parte del equilibrio, por eso Ouróboros se muerde la cola. Ouróboros vislumbra tres pasos de la manifestación de esa vida: creación, sustentación y destrucción (simbolizado claramente en la Trimurti hindú). Y nunca hay que perder de vista la esencia invisible que hace que esos tres aspectos sean diferentes fases de una única cosa. En conclusión, volvemos al tres que es uno.

En Alquimia esto se entiende como vida, muerte y resurrección («mejor» vida). Es necesario que la paloma dentro de la redoma atraviese la oscuridad de la noche para poder llegar a la luz. Pasará por cientos de procesos para llegar a ella, pero debe conocer el dolor, o sea la transmutación final: el Rebis, la Unión, la síntesis perfecta de los contrarios.

Los principios antagónicos (dualidad) del Ars Magna, son el azufre (en ocasiones representados por un león) y el mercurio (a menudo simbolizado por una serpiente); el azufre es Yang, masculino y fijo, y el mercurio es Yin, femenino y volátil. Y el tercer principio es la sal que brinda el equilibrio a los dos anteriores y permite su unión».

Análisis de Carl Jung:

El psicólogo suizo Carl Jung vio en el ouróboros el mandala básico de la alquimia que existe desde la antigüedad (se remontó a la mitología egipcia). Anunció que esa serpiente engulléndose a sí misma es uno de los arquetipos de la psique humana.

Jung definió la relación del ouroboros con la alquimia:

“Los alquimistas, que a su manera, sabían más sobre la naturaleza del proceso de individualización que nosotros lo hacemos actualmente, expresaron esta paradoja con el símbolo del uroboros, la serpiente que engulle su propia cola.

En la imagen histórica del uroboros está el pensamiento de devorarse a uno mismo y convertirse en un proceso circulatorio, porque era claro para los alquimistas más astutos que la materia prima del arte era el hombre mismo.
El uroboros es un símbolo dramático para la integración y asimilación del contrario, es decir, de la sombra.
Este proceso de la ‘ regeneración ‘ es al mismo tiempo un símbolo de la inmortalidad, puesto que el uroboros se mata sí mismo y se trae a la vida, se fertiliza y se da a luz.

Él simboliza el que procede del choque de contrarios, y por lo tanto, constituye el secreto de la materia prima que proviene indiscutiblemente de la misma raíz del inconsciente del hombre.”

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