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LA MEDIOCRIDAD

Este es un término que a muchos podrá sorprender por su uso en la presente revista, puesto que es contrario a la línea de publicación y al estilo de proclamar y exaltar las virtudes, como objetivo primordial de la misma.

Sin embargo vale la pena efectuar el intento de apelar a lo contrario en busca de exaltar la “excelencia”, que sería su antónimo más aplicable, a fin de darnos cuenta de las veces en que caemos en el error de pensar, expresarnos y actuar en contra de aquello que predicamos o a lo que conocemos como actitudes virtuosas, que debieran ser la norma de conducta que guie nuestras acciones. Si se dice de algo que es mediocre, se entiende claramente que no es de una buena calidad. Cuando esto se aplica a una persona, sin dudas que se siente como una valorización de poca estima, más bien despectiva. Y lo es porque tiene tan poco valor que ni siquiera alcanza a ser malo. Por eso considerar o decirle a una persona que es mediocre, puede significar en una acción de lastimarla emocional y psicológicamente.

La primera definición que resalta de este término está relacionada con su etimología y quiere decir que es de calidad media. También señala, en el campo de las cosas u objetos materiales a lo que tiene poco valor o calidad de procesamiento, materiales o acabado final. Asimismo se aplica a toda persona que no es muy inteligente y que no se destaca por ninguna cualidad ni capacidad en lo que realiza. Este vocablo se utiliza en todos los ámbitos: culturales, científicos, artísticos, psicológicos, sociológicos, económicos etc. Y siempre conlleva un elemento valorativo y en cierta manera, despectivo: es estar a medio camino, no estar definido porque ni siquiera llega a ser lo que comúnmente determinamos como malo. La palabra mediocre tiene su origen en el latín. Proviene de la expresión “mediocris”, cuyo significado es mediano, regular, débil, insignificante. Para muchos estudiosos, este vocablo está formado por el adjetivo “medius, media, médium” (que está en medio, de en medio, central, a mitad de, central) y una antigua palabra “ocris” que significa montaña o peñasco escarpado. De esta manera, el concepto original de este vocablo es lo que está a mitad de la montaña o peñasco, el que se queda a media altura. Solo con el tiempo adquirió el significado actual. Y es aquí donde debemos reflexionar sobre nuestras vidas en forma personal. ¿Cuántas veces nos quedamos a medio camino de hacer algo?. O también ¿En cuántas oportunidades nuestras ideas se truncaron en solo eso, un simple pensamiento? Y a veces nos ocurre que también al expresarnos con otras personas, y cuando debemos hablar en audiencias grandes conocidas y peor aún en auditorios de gente que no conocemos, no acabamos de decir lo que realmente pensamos, por falta de ideas, por carencia de recursos de oratoria, vocabulario insuficiente, o simplemente el famoso temor al que dirán, a la inseguridad que sentimos en nuestro interior y que nos obliga a callar lo que realmente sentimos, o sea, quedarnos a medio camino en el objetivo de transmitir alguna idea, sentimiento o manifestación de acción. Si esto lo llevamos al campo de nuestras acciones y nuestra forma de vida personal, veremos que la mediocridad se apodera cada vez más de nuestras actitudes, y de ello se desprende la actitud global en casi todos los aspectos de la vida.

Iniciemos por el más básico que es el de la educación familiar y académica, donde los educandos parecen haber superado las capacidades de los educadores a causa de la manifiesta incapacidad o mediocridad de estos últimos, quienes se abaten al menor de los desafíos y simplemente actúan con la política del “dejar hacer, dejar pasar”. “Hace tiempo que las clases de literatura se han vuelto mediocres para la mayoría de los alumnos del curso: el profesor no explica nada, ni genera entusiasmo”. En este ejemplo, se usa con el sentido de algo cercano a lo malo. Las más de las veces se opta por esta actitud por comodidad o por flojera, por no complicarse con el problema ajeno, sin darnos cuenta que se trata de algo que si bien es externo a nosotros, significa una responsabilidad adquirida interiormente y a la que debiéramos tener la capacidad de responder con capacidad y autoridad en vez de mediocridad.

La educación, sea personal, familiar, social, académica y hasta patriótica, debiera estar siempre adornada de calidad, de excelencia, de veracidad, originalidad y por sobre todo de consecuencia, es decir no podemos predicar lo que no practicamos y lamentablemente en la mayor parte de nuestros hechos cotidianos debemos enfrentarnos a estas actitudes de abierta y total mediocridad, donde una cosa es lo que se dice y otra muy distinta lo que se hace o demuestra. La vida en pareja también es otro referente donde se practica mucho de mediocridad, pues en lugar de cumplir con el compromiso de hacer lo mejor por el otro(a) y los demás juramentos que se recitan en ceremonias o promesas individuales, actuamos con debilidad y mediocridad al enfrentarnos a los primeros obstáculos que esta vida en pareja significan. “Las mediocres acusaciones que le hizo el muchacho a la chica, quedaron en evidencia al poco tiempo para todo el pueblo”. Si bien el término es aplicable en prácticamente todos los actos de la vida humana, debemos hacer hincapié en aquellos que afectan a uno en forma personal y a los que aparejan consecuencias para la sociedad que se encuentra a nuestro entorno y que lamentablemente confía en la veracidad de nuestras palabras y acciones y a veces nos toma como un ejemplo. A estas personas no solamente las engañamos, sino que ocasionamos daños en su moral, en sus mentes y a veces en el desarrollo de su propia vida, pues palabras, pensamientos y/o actitudes mediocres, son simplemente ejemplos negativos de conducta, que pueden originar a corto, mediano y largo plazo, consecuencias opuestas a la buena formación, ejemplo o forma de vida, que los demás toman de otras personas. “Aunque lo acusen de mediocre, no le interesa y continúa actuando de esa manera tan vulgar”. En el campo del liderazgo, grupal, familiar, social, deportivo y sobre todo político es donde más se debe evitar este tipo de comportamiento y actitudes mediocres. Lamentablemente son las áreas donde más se ven y sienten las palabras (mensajes) mediocres; las actitudes de hacer lo menos con el mínimo esfuerzo; inclusive las promesas electorales o de simple populismo que hace que las autoridades en lugar de expresar las realidades con claridad y transparencia, lo hagan disfrazando verdades con mediocridad, atentando a la buena fe de sus seguidores y haciendo de la mentira y la falsedad los verdaderos estandartes de cada discurso.

En resumen, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que las palabras de falsedad, incumplimiento de la palabra dada, ideas mal explicadas, trabajos mal realizados y promesas incumplidas, son simples sinónimos de MEDIOCRIDAD y que lamentablemente en su amplia y cada vez más común practica, hacen de nuestra sociedad y sobre todo de las nuevas generaciones, personas sin credibilidad, confianza y por supuesto mal orientadas por el mal ejemplo de seres MEDIOCRES. Es hora pues de cambiar estas actitudes y desde lo más profundo de nuestras conciencias, buscar la verdadera esencia para que todos y cada uno de nuestros pensamientos, palabras y acciones estén adornadas por la excelencia de la VERDAD PERSONAL, que puede no siempre ser la única ni la perfecta, pero mientras sea dada con sinceridad, puede ser defendida y extendida a nuestra sociedad, hasta que algo o alguien con mejor y mayor razonamiento, nos haga rectificar esa verdad, pues como bien sabemos no existe en este mundo material la VERDAD ABSOLUTA, pero si la LIBERTAD DE CONCIENCIA y la razonabilidad de todas y cada una de nuestras acciones.

SAFO

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