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LA RECONCEPTUALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN CON UN SENTIDO DE LO HUMANO

La «reconceptualización del sentido de lo humano» se funde necesariamente con el tema de la educación porque, en nuestro concepto, es ahí el escenario en que debemos dar la batalla para una existencia con sentido de lo humano, que se plasma en el retorno al pensamiento pedagógico basado en ideas y doctrinas de un elevado sentido humanista. Quizás podríamos aventurar la idea que es el segundo momento en la historia de la humanidad en que es necesario poner en el centro de la confrontación la defensa del humanismo como pensamiento pedagógico. Para ello, tenemos que recordar que el humanismo surgió como una imagen del mundo al terminar la Edad Media, en virtud de la cual los pensadores humanistas se constituyeron en intérpretes de las nuevas aspiraciones humanas frente a la decadencia del pensamiento filosófico de la escuela escolástica que tenía como centro de gravedad para la interpretación de todos los fenómenos del desarrollo humano la inmortalidad ultraterrena y la vida religiosa.

El humanismo se contrapone a esa visión del mundo trayendo la reflexión filosófica en la que era predominante la idea del hombre como ser humano, verdadero e integral. Es así cómo, a partir del Renacimiento se impone un nuevo pensamiento pedagógico con ideas y doctrinas de un profundo sentido humanista que van desde ese momento a determinar el carácter y el valor de la educación con las siguientes cualidades: liberalismo porque reconocen el valor de la persona, del educando como la parte más significativa en su formación; realismo porque reconoce la naturaleza del educando como punto de partida para su educación, teniendo presente además, el entorno donde este se desenvuelve, e integridad, que se refiere a la amplitud de la educación y la consideración del educando no solo como una persona que deba adquirir elementos que le permitan destacar solo o cultivar aquello para lo cual tiene capacidades innatas, sino que tomando el conjunto de sus potencialidades y procurando su desarrollo.

Se podría señalar a muchos pensadores humanistas cuya mirada estuvo dirigida a lo educativo, como por ejemplo, Tomás Campanella, que en su obra «La ciudad del sol», considera a la educación como un medio para «ennoblecer a los hombres» o, Miguel de Montaigne que en sus «Ensayos» plantea que la educación debe «formar al hombre mejor, librarlo de prejuicios sociales y de falsos orgullos, hacer del educando un ser reflexivo, humanamente formado, antes que repleto de conocimientos». Sería largo enumerar a todos los humanistas destacados de este tiempo, que desde distintas posiciones coincidían finalmente en poner al hombre en el centro de la educación con la idea de enseñarle de todo a todos porque para ellos el objetivo del aprendizaje no consistía en aprehender un conocimiento profundo y acabado de todas las disciplinas sino solo en apropiarse de los fundamentos y fines de cada una de ellas. Para expresarlo con las palabras de Juan Amós, «es impropio convertir al educando en una bestia de carga forzándolo a llevar a cuestas un fardo de mercancías ajenas»; en lugar de ello, decía, «es mejor cuidarlo como un árbol para que rinda sus propios frutos». Con la llegada del siglo aparecen no pocos humanistas, algunos de los cuales hicieron notables aportes y, con ello, allanaron el camino hasta el presente. Entre ellos se puede destacar los aportes del fisiólogo Iván Petrovich Pavlov, que concibe el aprendizaje partiendo del condicionamiento del reflejo animal, sobre cuya base se producen fenómenos psíquicos más acabados que dan lugar al aprendizaje, la voluntad y los hábitos. En la misma línea de Pavlov se encuentran los aportes de Skinner, psicólogo estadounidense, quién descubre otra expresión de condicionamiento de la conducta animal que él nomina «condicionamiento operante o instrumental». En estos dos casos se fundamentan los estudios con experimentos en base a repeticiones de la conducta animal, constituyendo la base del conductismo que en el campo de la educación explica las cosas en base a reacciones humanas automáticas. Esto constituye la gran falencia del conductismo que se basa en la explicación mecanicista de la a todas luces compleja acción humana. En una visión contraria del conductismo que prevaleció en la educación por décadas, encontramos hoy que el paradigma humanista representa un modelo antiautoritario que encarna el estudio de los procesos integrales de la persona. Quienes defienden esta postura toman de la filosofía existencialista la idea de que el ser humano va creando su personalidad en las elecciones y las decisiones que permanentemente adopta ante situaciones y problemas que se le presentan en su vida.

Ellos van a incorporar a su pensamiento desde el existencialismo las ideas que el ser humano es electivo y por esa circunstancia es capaz de elegir su propio destino; el ser humano es libre para implantar sus propias metas en su vida y, por último, que el ser humano se hace responsable de sus propias elecciones o decisiones. Sin duda que este escenario, para quienes somos defensores del libre pensamiento, era un escenario amable en que se daban las condiciones para el desarrollo pleno de las capacidades del ser humano y que, con altos y bajos, con avances y retrocesos, se mantuvo a lo largo del tiempo pero que, en nuestros países, y en general en el mundo, fue violentamente desplazado por el modelo neoliberal que retrotrajo al ser humano a una condición de mero instrumento o engranaje de un modelo socioeconómico brutal. Desgraciadamente en nuestros países no se ha dimensionado a cabalidad el impacto bestial que provocaron los gobiernos dictatoriales impuestos por la violencia y la fuerza, los que dejaron tras de ellos una herencia extraordinariamente nefasta y difícil de superar, que es el profundo cambio cultural que ellos provocaron con la imposición de su modelo político, social y económico. En medio de la grave crisis en la que nos encontramos, en la que el economicismo, los valores del mercado y del poseer sobre el ser parecen invadir todo, hasta el mismo ámbito educativo que se venía manejando con los valores del humanismo entregando una formación integral a nuestros niños y jóvenes, se hace más que nunca imprescindible poner de relieve la multidimensionalidad del ser humano y, por tanto, reforzar la necesidad de que se trascienda del mero cálculo economicista que defiende como únicas políticas sociales admisibles las que constituyan una buena política económica. Frente a esto tenemos que revelarnos y defender que el ser humano es mucho más que una pieza en el ajedrez de la economía.

A propósito de esto, y porque constituye uno de los temas que le ocupan con mayor preocupación, el Gran Maestro de la Gran Logia de Chile y Presidente de la Fundación Academia Laica de Estudios, Profesor Luis Riveros Cornejo, manifiesta en uno de sus últimos trabajos que se pudo editar y publicar bajo el título «Gobernar es Siempre Educar. La Crisis Política e Institucional de la República», allí señala: «Los ciudadanos hemos pasado de generaciones en que se vivía el compartir y colaborar, a una generación que concibe el competir como lo único y prioritario, y quizás lo único relevante en un sentido estricto. De una generación que percibía el valor humano más allá de lo meramente material, a una en que lo material lo decide todo, y en que las muestras del más excesivo e irracional consumismo se convierten en las nuevas formas de valoración social”.

«En nuestras escuelas enseñamos solo a competir, arduamente y sobre todo otro valor distinto que se interponga. Ponemos el acento en lo material, puesto que se pretende que solo el retorno financiero explique todas las acciones y permita calificarlas como buenas o malas. Además, se ha dejado de lado la tolerancia como un aspecto esencial de la vida en sociedad, y valor crucial en una democracia, y más que nunca válido en una sociedad que profundiza y extiende su diversidad y la expresión de ideas.» Pero en la educación no podemos caer en este reduccionismo que nos impone el modelo, porque el ser humano es mucho más que puro cálculo económico, por eso una de nuestras tareas es luchar para superar esta mirada estrecha con respecto del ser humano y promover permanentemente la ampliación de nuestros horizontes existenciales.

Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra vienés, que sobrevivió a los horrores de cuatro campos de concentración nazi, autor del libro «El Hombre en busca de sentido», que ninguno de nosotros debiera dejar de leer, considera que la búsqueda del sentido de la vida es un rasgo distintivo, una peculiaridad propia del ser humano que lo distingue de los animales irracionales. A su vez, Martín Heidegger, filósofo del siglo que fue criticado por su cercanía con el régimen nazi, nos dice que el hombre habita el mundo que es su morada y, organiza éste de acuerdo a sus proyectos y decisiones. Por el contrario, los animales irracionales se limitan a corretear por el mundo. Por su parte, Jean Paul Sartre, filósofo, escritor y dramaturgo francés, una de las voces más influyentes del existencialismo y del marxismo humanista, considera que el ser humano está «condenado a ser libre», vale decir, arrojado a la acción y responsable plenamente de la misma, y sin excusas. Sartre, después de vivir al igual que Frankl los horrores de los campos de concentración nazi, nos enseña que «El hombre es el único que no solo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Este es el primer principio del existencialismo. El existencialismo es humanismo.»

Para Sartre los seres humanos no fuimos diseñados por alguien y, por lo tanto, no tenemos dentro de nosotros algo que nos haga «malos por naturaleza» o, «tendientes al bien» como muchas corrientes filosóficas y políticas han creído y siguen creyendo. «Nuestra esencia, dice Sartre, aquello que nos definirá, es lo que construiremos nosotros mismos mediante nuestros actos», que son ineludibles: donde no actuar es un acto en sí mismo, puesto que «nuestra libertad no es algo que pueda ser dejado de lado: ser es ser libres en situación, ser es ser-para, ser como proyecto» Por eso es tan importante lo que hagamos en este momento en que, tomando conciencia del daño cultural que heredamos del aún vigente en gran medida modelo neoliberal, pongamos en el centro de la discusión la necesidad de recuperar el carácter humanista que nunca debió perder nuestro sistema educativo. No es posible seguir permitiendo que en otros países de nuestra América, los jóvenes sigan siendo instrumentalizados para vivir en un sistema en que todo es competencia, al costo y con los daños colaterales que sean. Permítanme volver a citar al Gran Maestro de la Gran Logia de Chile. En el escrito ya mencionado anteriormente, él nos dice: «La lucha debe darse por el debido cambio de énfasis en nuestra educación, para que ella deje de tener ese acento tan fuerte hoy en día en la pura instrucción, y se avance hacia los aspectos formativos más esenciales de ciudadanía y de valores republicanos. Educar en el humanismo para avanzar a una sociedad más humana, en que exista una mejor proporcionalidad en los incentivos otorgados y en que las reglas sean más equilibradas para brindar a todos iguales oportunidades y avanzar hacia un igualamiento en condiciones. Educación que debe enfatizar las responsabilidades del hombre consigo mismo y con los demás, para así sentar las bases del respeto social y la edificación de una sociedad más tolerante e integrada. Educación en los deberes sociales como asimismo en los derechos, y en que la noción del futuro sea un aspecto esencial en el tránsito de cada uno y de la sociedad en su conjunto.

Educar para exigir y saber hacerse cargo de los derechos mínimos como consumidor y ciudadano, especialmente frente a la autoridad y a los representantes. Educar para un humanismo vivo y presente en toda decisión, y en donde el hacer de la política recupere esa trascendencia que tuvo en el pasado y que fue parte importante de la vida en la república».

Creo que en esta cita están contenidas las principales tareas que los defensores del libre pensamiento y de la plena libertad de ese hombre, que como nos dice Sartre «está condenado a ser libre», debemos llevar adelante para avanzar en la reconceptualización del sentido de lo humano, en un tema tan importante para el desarrollo de las personas y de las sociedades como es la calidad y pertinencia del modelo educativo. Al analizar estos temas debemos tener presente que la educación, o más concretamente el modelo educativo, corresponde a los ideales que en cada época se consideran como prioritarios.

Por eso, si en la actualidad no seguimos priorizando el consumismo, el culto al tener, sino que más bien nos dedicamos a enfatizar el desarrollo de la persona en una forma global, en que se imprima la importancia del ser consigo mismo y con los demás, estaremos avanzando hacia un nuevo mundo de formación cultural. Como lo que queremos provocar, y esa es la tarea, es un cambio cultural que rompa con la herencia dejada por los gobiernos dictatoriales al implantar su modelo socioeconómico en que las personas valen por lo que tienen y no por lo que son, nuestros establecimientos educativos deberán construir planes que incentiven y motiven a los estudiantes desde su más temprana edad a la clarificación y satisfacción de las propias necesidades, al desarrollo de su afectividad, de su capacidad solidaria y de su compromiso como ser social. Por eso debemos tener claro que hablar de una educación humanista es hablar de un proceso educativo amplio, dinámico, que engloba todos los aspectos que constituyen a la persona, tanto los académicos como muy especialmente los normativos, y para ello se considera necesario seguir los siguientes principios básicos:  Debe ser una educación de calidad: una buena educación va a garantizar el progreso de la sociedad, al hacernos más abiertos, más críticos de nosotros mismos y de todo el entorno que nos rodea.

  • Debe brindar un aprendizaje significativo: permitir al educando aprender, de acuerdo con su realidad, con métodos y técnicas que le permitan integrar el conocimiento a su personalidad de una manera natural y reflexiva.
  • De dar una formación integral: incentivando el respeto a las diferencias de cada uno.
  • Debe formar ciudadanos aptos para vivir y proteger un sistema democrático de gobierno.
  • La educación debe ser democrática: se trata que llegue a todas las personas con la misma calidad y excelencia.
  • Debe preparar a las personas académicamente: darles las competencias necesarias para ingresar al mercado laboral y desarrollarse como personas que contribuyan eficazmente con la sociedad.

Creemos que en este tercer milenio encontramos un ambiente a nivel global que nos habla de sociedades que ya están cansadas de luchar por el tener y el competir por aspectos y temas poco trascendentes. Por el contrario, creemos constatar que las personas de una u otra manera están intentando volver a sus orígenes, hacia una vida más simple y preocupándose de rescatar y respetar a la naturaleza que nos cobija, Para que todo ello se plasme en un verdadero cambio social, es necesario que los establecimientos educacionales y los educadores lo modelen en acciones pedagógicas conscientes de sus repercusiones valóricas, porque las prácticas pedagógicas pasarían a centrarse en desarrollar aspectos tales como la justicia, la cooperación, el respeto y la dignidad. Esta educación basada en valores puede y debe estar presente a lo largo de todo el curriculum escolar, comprometiendo en ello a toda la comunidad educativa para trasmitir en forma clara y coherente a los estudiantes los valores formativos en una acción compartida entre la familia y el establecimiento educativo.

Queremos terminar nuestro trabajo con una cita del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel: «El eje central de la educación es generar conciencia de hombres y mujeres para la libertad… Tenemos que repensar los conceptos, tenemos que repensar nuestra sociedad, y tengamos presente que toda sociedad es el resultado de quienes la componen, nosotros somos responsables de las sociedades en las que vivimos; si hay injusticia es porque la Permitimos, no tuvimos el coraje deponernos de pie y decir basta”.

Artículo extraído de la Revista Occidente editada en la República de Chile.

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