Esta vez no vamos a referirnos a definir etimológicamente el significado del vocablo palabra y sus diversos usos y aplicaciones en los diferentes idiomas de la humanidad, sino nos detendremos en analizar su “otro” significado y que se resume en “dar la palabra” o quizás mejor definido en la confianza que trae aparejado el que ofrece su “palabra”.
Resulta que desde hace algún tiempo atrás se ha perdido el valor de la palabra ofertada y el trato social, comercial, industrial y hasta afectivo va prescindiendo poco a poco de ese inmenso valor que escondía el que ofrecía su palabra, como compromiso de cumplimiento por algo ofrecido. Las sociedades de antaño respetaban y valoraban en sumo grado el valor de la “palabra empeñada” al extremo de darle mayor credibilidad de la que podía encerrar cualquier papel o documento privado o público, y es que quien firmaba algo por escrito previamente había dado su “palabra” de cumplimiento, sin interesar tanto los aspectos colindantes como ser el lugar, momento o valor de lo ofrecido.
Hoy por hoy la sociedad ya no confía, porque cada vez más se habla simplemente por salir del paso, se ofrece lo inexistente, solo para satisfacer un ego o una incapacidad personal. El extremo se torna más agudo cuando algunas personas se burlan de si mismas ofreciendo su “palabra” sabiendo de antemano que no piensan ni remotamente en cumplirla. Dar la “palabra” u ofrecerla en algún compromiso significa contraer una deuda de honor, o sea que la persona esta implícitamente ofreciendo su garantía y aval de seriedad, responsabilidad y conocimiento pleno de lo que en ese momento está ofreciendo cumplir. Y este es un ejercicio diario y permanente en todos los estratos sociales, pues está ofreciendo su “palabra” quien ofrece asistir a algún lugar en un horario plenamente establecido; quien promete efectuar una llamada un día previsto; quien se compromete de “palabra” a colaborar con alguien en algún favor o hasta en una tarea comercial, profesional o rentada; empeña su “palabra” quien vierte expresiones de compromiso, de fidelidad, de sentimiento en cualquier relación personal, sea ésta familiar, social y hasta íntima.
¿Ahora bien que sucede en la actualidad? La desaforada velocidad con que se pretende vivir la vida y el ritmo implacable que impone la sociedad de consumo y de información exagerada y descontrolada, hace que todos nos comprometamos a cada instante con palabras huecas de valor y obviamente sin interés en cumplirlas. Las personas, instituciones, y hasta gobiernos pregonan a través de los distintos medios de comunicación palabras de oferta de imposibles, o para decirlo más concretamente de mentiras y falsedades envueltas en un papel de regalo ostentoso de ofertas sin valor.
¿Cuales las consecuencias de esta manera de actuar? Pues simplemente la proliferación de documentos mercantiles, sociales, legales y hasta condicionantes, que tratan por algún medio de convertir las promesas en realidades en un determinado plazo de tiempo o circunstancia. No es eso acaso lo que significan los contratos, los poderes, los documentos mercantiles, los formularios de acceso al algún servicio o programa y hasta los compromisos sociales individuales que deben ser respaldados por algún documento social notariado, que haga más creíble o confiable un supuesto cumplimiento futuro.
Las instituciones esotéricas y que se dedican al cultivo y pulimento del ser interior tienen por finalidad el de recuperar la “palabra” como valor primigenio de quien la otorga y total credibilidad por parte de quien la escucha, por ello los rituales y ceremonias están basados en simbología que oculta velados significados que solo pueden ser entendidos, comprendidos y aceptados por quienes dan su “palabra” a través de juramentos y cuyo incumplimiento es de carácter netamente personal e individual, pues en el dialogo interior o conciencial no existe documento válido al margen de la “palabra” dada y cumplida.
Oportunidad propicia para replantearnos algunas malas costumbres que el nuevo estilo de vida nos impulsa a seguir y reflexionar profundamente para que a partir de la fecha, meditemos antes de ofrecer nuestra “palabra” para con otra persona, sin importar las consecuencias de su incumplimiento, sino pensando en el valor que debe tener en cada acto de nuestras vidas, el comprometer LA PALABRA.
SAFO