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La Templanza

La Templanza apunta a un Ser en equilibrio mental, espiritual, material, social. Al hombre moderado y sobrio. Este es el estereotipo del hombre, o idea aceptada.

La Masonería se esfuerza por formar un hombre de similares características. Formar al Mason caritativo que ama al Gran Arquitecto del Universo, al prójimo y a Sí Mismo. Al erudito por el estudio contínuo. Al sabio por la sabiduría del estudio y de la experiencia de vida. Al justo porque obra en justicia y razón.

En este que es uno de los objetivos trabajados por la Orden, ha tenido logros, éxitos y frustraciones. Estos no se realizan en las arenas internas de la Orden; sino en las externas, en las sociedades, comunidades, instituciones, etc. que reciben, como servicio de la Orden a la humanidad, a los masones con ideas que en cada época marcan el desarrollo humano del hombre.

Apenas como logro modesto de la Templanza, podríamos aspirar en este tiempo de nuestra sociedad, a la “decencia común”, la decencia del ser corriente y ordinario. Nada extraordinaria. Esa que George Orwell la describía como ajena al poder político, fundada solo en sus virtudes, conductas y lealtades. La Templanza pura y simple.

La Templanza como virtud tiene aplicación general. El sujeto siempre es el hombre; en su conducta personal y publica. En esta última, la Templanza es actuar con la verdad, la justicia, con la “decencia Común”, con respeto al prójimo, a los valores tradicionales que formaron a la sociedad en el pasado hasta el presente, con la revalorización y actualización de los mismos para el futuro. No puede actuar con falsedades, relativismos éticos, frivolidades o desechando la infraestructura moral heredada como inservible y condenando sin cargo de conciencia a los que respetan y obedecen los Valores y Principios de esa estructura moral. Las tradiciones éticas que formaron la sociedad deben ser respetadas, por respeto a ella misma y al grado de desarrollo que alcanzaron sus diferentes estamentos.

En el campo personal, la Templanza tiene singulares relaciones morales. La mayor relación de ella está en el campo de la conducta individual; de la regulación del placer de los sentidos; de la complacencia con todo tipo de distracciones; del gozo de los impulsos. En la conducta individual, la frecuente realidad es el desenfreno de actividades normales que exceden el límite y se convierten en gula, embriaguez, lujuria, orgullo, vanidad. En estos casos, las funciones normales de la especie que son: la auto conservación; la conservación de la especie; la dignidad y autoestima, son abandonadas.

Gula y Embriaguez. El consumo de alimento y la bebida, son funciones naturales tendentes a dotar al cuerpo humano de las necesidades vitales para su conservación. Estas funciones son parte de las costumbres de convivencia social, importante complemento del relacionamiento del hombre. En tanto y en cuanto cumplan estos fines son positivos en la formación, psico-físico-social y conservación del ser humano.
El alejamiento del equilibrio, se produce en el exceso del consumo más allá de las necesidades físicas; psico/sociales y de conservación natural. En el caso de la embriaguez, el alcohol consumido más allá de la capacidad receptora de este producto en el cuerpo, produce una perturbación en la mente y sistema nervioso por la ingesta excesiva de bebidas alcohólicas. Esta perturbación, se muestra en una conducta errática; una exaltación extrema en la manera de hacer o decir algo; un extravío de la mente y la conciencia que anula la razón de quien está bajo sus efectos; exaltación y enajenación del ánimo. Este no es el estado natural del ser humano, pero sin embargo está en actividad bajo los efectos de un trastorno de la mente, sentidos y potencias. En esta situación, las actividades humanas trastornadas todo pueden hacer. El efecto nocivo de la embriaguez es transversal a todas las demás actividades humanas. Ninguna detiene los efectos nocivos de este trastorno sensorial.

En la familia, el cónyuge y los hijos sufren la conducta trastornada del ser embriagado. En el trabajo, la eficacia, eficiencia, y responsabilidad son afectadas por el extravío de la mente y anulación de la razón. Por las mismas razones el estudio que requiere rendimiento intelectual es perjudicado.
Bajo la embriaguez otras actividades insanas y perturbadoras de la moral, son posibles por el estado de enajenación alcohólica, hiriendo profundamente los valores de fidelidad, respeto, amistad, responsabilidad que son base fundamental de la construcción del matrimonio, la familia, la sociedad, la fraternidad.

El exceso no tiene límite y se expande permanentemente. Es un proceso “in crescendo” que llega a consecuencias mortales inclusive. Ejemplos de esta afirmación son las infaltables noticias de inicio del día en la cual se reportan, feminicidios, accidentes de toda índole, asaltos, violaciones, etc. en muchos de ellos los autores y las víctimas estaban bajo la influencia alcohólica.

Actividades nobles del ser humano como el deporte, la formación espiritual, la educación de los hijos, la familia, generalmente son las más afectadas y perjudicadas por el abandono y la insuficiente atención que reciben del ser llamado a desempeñar seriamente su rol en estas actividades y las abandona por el alcohol. La embriaguez y el alcoholismo son fases distintas del mismo camino, merecen ser tratadas, limitadas y/o evitadas en la actividad del ser humano.

Lujuria. Está relacionada principalmente con el sexo. Tiene características personales, religiosas y sociales que dificultan una conclusión homogénea respecto a ella, pero, de principio, se puede arriesgar un concepto general: Es el deseo sexual desordenado e incontrolable. Las personas por su formación, tradiciones familiares, sociales y religiosas, la educación, cultura, las consideraciones legales, morales, etc. tienen posiciones aproximadas, pero adoptan posturas eclécticas.

Un primer aspecto es la legislación. Determinadas conductas sexuales humanas son consideradas delito. La violación, pedofilia, estupro, incesto. En algunos países tienen similar tratamiento al anterior el adulterio, la prostitución, la pornografía.

Otras legislaciones consideran legal manifestaciones sexuales individuales o colectivas que son rechazadas por otras. El segundo aspecto es la religión. La moral sexual religiosa, generalmente es restrictiva en cuanto a la conducta sexual humana. Es conservadora y protectora de Valores
sobretodo. Protege los Valores con mandatos y prohibiciones. Cuanto más claros y amplios son los Valores que protege, mayor aceptación de las prohibiciones y mandatos. Ejemplo: las religiones protegen con énfasis el Amor de pareja y matrimonio heterosexual, pero con mayor vehemencia rechazan la adopción de hijos en uniones homosexuales. Por este caso, se apoya más el matrimonio heterosexual.

El tercer aspecto es la revolución sexual desarrollada en la segunda mitad del siglo XX. Planteó cambios en los conceptos de moral sexual; el comportamiento sexual humano; y las relaciones sexuales. Según lo planteado, es determinante que haya consentimiento de la pareja y que tengan edad de consentimiento sexual. Cumplidos estos requisitos, lo demás es posible y aceptable.

La revolución sexual supuso: a. Igualdad entre los sexos; generalización en el uso de métodos anticonceptivos distinción clara entre reproducción y sexualidad. b. Ha propiciado la generalización de todo tipo de relaciones sexuales. Prematrimoniales, extramatrimoniales, reconocimiento y normalización de la homosexualidad y otras formas de sexualidad. c. Ha producido un aumento de parejas de hecho; retraso en la edad de contraer matrimonio, el reconocimiento y tratamiento igualitario de hijos fuera del matrimonio; uniones civiles y matrimonio entre personas del mismo sexo; aparición de nuevos tipos de familias: monoparentales, homoparentales.

Es el área donde mayor cambio se ha dado y donde reina más confusión a consecuencia de la sensibilidad individual, la norma de conducta personal, la religiosidad y la legislación. Es tan fuerte el impacto y la imposibilidad de normarlo que las religiones, otrora tan conservadoras, ya expresan conformidad y aceptaciones ante la realidad y las legislaciones adecuan sus normativas.

La Masonería no es ajena a la convulsión de la desorientación. La realidad de los hechos es contundente y siguiendo su posición solo puede aconsejar actitud de prudencia y moderación ante
hechos reales; en las conductas individuales; y evitar daños a menores y terceros indefensos.
Orgullo, Soberbia, Vanidad y Humildad.

Por razones de conveniencia y semántica, estos conceptos serán tratados en conjunto. El Orgullo. En el tratamiento cotidiano tiene muchas veces connotaciones nobles que se asocian al sentimiento legítimo de autoestima individual. En este sentido, es comprensible y aceptable una actitud de auto respeto que genere el respeto de terceros, evite la humillación, desprecio, etc.

Hay otra connotación del orgullo que se enmarca en: actitudes de autoestima exagerada; exceso de estima de los propios méritos; la jactancia de ellos, de sus intereses y deseos; atributos que califican a la persona que cree ser superior a los demás. La Soberbia. La conjunción de este tipo de sentimientos radicados en una persona, habitualmente se alimenta con los éxitos sociales y económicos, es decir con los del “TENER” desmereciendo a los del “SER”. Ese éxito es el que dispara la autoestima del ser humano convirtiéndolo en engreimiento extremo, altanería, petulancia, altivez, arrogancia que es la soberbia.

Vanidad. Es la ostentación de todo lo que puede llamar la atención o excitar la envidia de los hombres. Es una forma de demostración de la Soberbia, exhibiendo logros y hechos propios con el fin de menoscabar los de terceros. Más allá de esta es la Presunción que consiste en atribuirse, cualidades que no posee.

Humildad. La contraposición a todos estos excesos de autovaloración, es la humildad, la modestia o el recato, Virtud que consiste en el reconocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. Sin embargo, en las r elaciones sociales es aconsejable el restablecimiento del contrapeso entre orgullo y soberbia con la humildad. Para ello es deseable que en la persona humilde, este fuertemente presente el sentimiento legítimo de la propia valoración, confluyendo en una personalidad moderada pero de firme convicción y fortaleza, que es la preferida
para el Mason.

La Templanza adquiere en nuestro tiempo y país una importancia preponderante. Un
tiempo dedicado a su tratamiento en todos los talleres, reforzara la conciencia moral de
los masones.

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